miércoles, 8 de marzo de 2017

Mujeres venezolanas en la poesía


En esta entrada queremos mostrar una brevísima selección de algunas de las muchas poetas venezolanas, celebrando hoy 08 de marzo el día internacional de la mujer








El último viaje
azuza el misterio
volviéndolo todo inusual
otra apariencia
todo olvido


¿Cómo es ese lugar
al que se parte o al que se llega?


qué color tiene su tierra
qué árbol levanta en la orilla
qué flor aromatiza su noche
con qué manos se le acaricia


La tristeza se arropa
con la voz que hermana
el lado cáustico y apenado


canción de infancia
que te vela los ojos


el lugar desde donde viste
con hojilla de oro
al alma



Edda Armas





Somos los amantes que se deshacen

en sus sueños

No tenemos nombre en las esquelas

del futuro

Nos iremos rápido

con las primeras horas del amanecer

No se levantará una lágrima

No habrá fe perdida
 sólo comienzo

Seremos escudos que navegan

en aguas azules

siempre vencedores

¿Quién dice que faltaremos?

Como aves migratorias

volaremos

hasta que un límite diminuto

nos desvanezca.


Cecilia Ortiz






Poesía


Quien vive la poesía. vive la tensión.
El cielo, la tierra. los hombres les resultan extraños.

Calla: aquí vive un Ángel... !un pájaro!

La serenidad y la tormenta conciernen al poeta.
El cielo naranja sobre una colina azul
La sagrada voz del Requiem de Brahms
El plenilunio. La melancolía.

Al poeta le gusta el abrazo
el roce, los besos llenos de licor
y la caricia, la última caricia
la caricia final
susurrada
infinita...



Hanni Ossott




Yo vengo de una estirpe de mujeres solas

eficaces

inembargables

derrotadas antes de nacer

por la muerte

siempre guardadas

como semillas que arrastra el viento
entregadas al sacrificio de la vida
sin un futuro ni un presente
sin vástagos que las resguarden
aprendidas en soledad
ellas mismas amamantándose
haciendo de cada día una victoria estéril
mujeres que hablan desde muy lejos
ahogadas en su torpeza y en la bruma del deseo
mujeres solas que arruinaron sus manos
en el oficio duro que le entregaron las prendas blancas
y perdieron sus días entre toses y dolores de pecho
conociendo todo de la pobreza
administrando los silencios y el alimento diario
entrando en las jornadas
con un dolor irremediable
estirpe sin grandes ambiciones
dulces mujeres que amaron sin respuesta
y fueron una tras otra
mano con mano
fundando la cadena del desamparo

María Antonieta Flores






No eliges

el abismo, el caos, la nada


Llegan a ti

en agua que corre lenta

para que no te asombre

la carencia de materia a tu alrededor

junto a la luz del alma llamando

el aleteo pasajero de la tierra que vives.



Elizabeth Shön






Ciudad

Observa la ciudad

la osadía de los techos

construidos al azar

prestos a deslizarse

en el barro

y la muerte

Sin ningún temor
alzan los niños sus papagayos
sin vacilaciones
suben y bajan
miles
de escaleras
Desde arriba
la ciudad nos contempla
desde arriba
se decide la suerte

María Clara Salas





Al acercarme en son de cobijo a mis poemas

ellos se golpean en la jaula

¿aprenderán la atención

de estos cuerpos que somos?

pequeños aletean perseguidos



por lo que vivieron una vez

he pensado en soltarlos

me detiene el que en la urbe

en libre albedrío mueran

Belkys Arredondo Olivo







quedarse es enterrarse
en la ilusión de una semilla en el asfalto,
germinar en la milagrosa hazaña del inválido
que cruzó por puro afán un río,
ya no sé cuál fruto sabe más al fruto,
si ése que probaste porque lo sembraste tú
o aquel otro espléndido que alguien te obsequió,
no sé lo perdurable, no sabré,
dejar es claudicar,
dejarse un tanto en la orilla,
cancelar facturas que nadie cobró,
pisar un suelo falso,
palparse las campánulas del yo más llano,
quizá sea ganarse un tanto,
hacerse una ventaja corta,
dejar tal vez sea partir
después de todo,
huir o ser,
no sé

Eleonora Requena







la familia resiste en la cuerda floja

no ya en la duda
ni en la variación del miedo

no en la lágrima
ni en el temblor
de los hombros hundidos

su tibieza ha alcanzado el pudor
el hermoso rostro
de quienes claudican
para luego reconfortarse en el olvido

nunca fue en vano la espera

el regreso a casa arderá en la frente
pero será leve



Jacqueline Goldberg






Recojo pájaros
con la boca

Recojo pájaros
si muertos
si fríos


Antes del día

Les cubro los ojos
con pan mojado

Les abro la boca
para que recen
Por mí

Patricia Guzmán




Urbano


No, no puedo escribir un poema sobre callejones largos,


anchos o estrechos.

Mi ciudad no es una ciudad de cemento que se agrieta

ni de tonos grisáceos para la mejor llegada del ocio.

Yo no tengo nada de esto.

Voy a las horas pico pegada a un volante
que se pega a su vez a un mal sonido de cante jondo,
voy siempre por las mismas avenidas y con el mismo calor.
Debo pedir perdón,
perdón a quienes convidan a pasear por postales
y no sé qué otra sensibilidad citadina.
Perdón porque no voy con mi escaso pasado rural a cuestas
ni juego a silbar sobre un trencito desvencijado e inexistente
que pasa cada día frente al mural de los locos
donde suponemos que yo aguardo para ir al cine.
Perdón por no estar tras ese mural y por no ir al cine.
Perdón porque el cemento es gris
y yo sólo tengo horas pico
y arena y alguna persistencia engañosa en hacer pie.
Perdón a todos los seres que como yo pululan
sobre los mediodías de junio,
a los oficinistas que no puedo retratar
con sus almuerzos comprados o sus termos
y el cepillo de dientes dentro de la cartera.
Perdón cien veces por anticipado
a los hombres que he dejado cuando más me amaban
o a los que me amaron cuando comenzaba a dejarlos
o a los que dejaré de lado sin amar.
Perdón al mendigo que me saludó sin pedirme limosna
y yo no pude dársela aunque la tenía en la mano
y me justifiqué diciendo que los mendigos bendicen pero no saludan
durante todo lo rojo que un semáforo dura
perdiendo el tiempo con los otros carros,
perdiendo el tiempo.
Perdón a la cara del loco que camina
pegado siempre al último recodo de la autopista
y a la sociedad protectora de animales que vendrá a recogerlos
si se entera y a todo lo que no se da por enterado, perdón.
Esta ciudad no tiene alma y es mía.
Esta ciudad no tiene alma.
Esta ciudad.


Gabriela Kizer




Orden
 
               Hay que hacer orden en la casa
lavar la losa  vestir la cama
hay que hacer orden en la casa
plantar las flores  de calabaza
borrar el rastro de la melaza
buscar la música de las cosas
haciendo orden  haciendo casa
con las palabras para formarlas 
poner el orden
formar la casa
con un ejército de  palabras
que nadie sepa que nadie vea
que las glorietas se están cayendo
hay que hacer orden en la casa
para que el ave de la tristeza
se vaya al parque o a la avenida
para poner el orden dentro de casa
y que no crezca la angustia ciega
que crece en ella cuando es de día
bañar de azúcar y sangre impía
todo resquicio de las esquinas
que Dios la ampare y la favorezca
de la  traidora melancolía
del mal de ojo y la villanía
que hay que hacer orden
quitar la trasa barrer el polvo
todos los días
limpiar la casa poner el orden
que si nos vence  nos vencería
la muerte eterna la pena en vida
matar el orden  cegar la herida

Sonia Chocron





Arrodillada



Arrodillada

creyéndome álamo desnudo

y con el peso del cielo.

Un charco de junio

busca mi rostro.

Se burla igual que los muertos

de mis manos.

Una soledad larga y cercana

como una luz de mayo

es mi adiós.

Estoy sola con mis voces,

con los gestos que viven de lo añorado.

En este barro que me hace feliz.



Carmen Verde Arocha







Conversación en un baño




Por costumbre
se acuesta en la cama
a esperar a su marido
que llega siempre tarde
da las buenas noches
bosteza

Ella se va al baño
aplaca la furia
con su mano maestra
recostada en la toalla
cuando él entra y pregunta:
“¿Qué haces aquí?”

“Nada”, responde.

Yolanda Pantin







Nadie escoge su olvido.
¿Para qué si la ausencia
recuerda lo que fue y el raudo nido
prosigue sin cesar en la apetencia?
¡Vuelve!, grita el amor, y lo que ha sido
es en su grito nueva transparencia.
Inmenso ser inmerso en el pedido
devuelta está tu voz, tu confidencia,
tu secreto, tu piel, tu repetido
fiel hontanar que nunca es la carencia
sino el cambio de sitio, el transferido
sitial a otro dulzor, a otra potencia.
No, devolverte no. Lo mantenido
queda aunque escape su vivaz secuencia.
Vives aquí y allá, tan trascendido…
Amor, no estás y bulle tu presencia.
Nada dice: prohibido.
¡Entrad!, dicen las puertas de la ausencia.



Ida Gramcko






Los paredones de primavera

 

No enseñaré a mi hijo a trabajar la tierra

ni a oler la espiga

ni a cantar himnos.

Sabrá que no hay arroyos cristalinos

ni agua clara que beber.

Su mundo será de aguaceros infernales

y planicies oscuras.



De gritos y gemidos.

de sequedad en los ojos y la garganta.

de martirizados cuerpos que ya no podrán verlo ni oírlo.

Sabrá que no es bueno oír las voces de quienes exaltan el color del cielo.



Lo llevaré a Hiroshima. A Seveso. A Dachau.

Su piel caerá pedazo a pedazo frente al horror

y escuchará con pena el pájaro que canta,

                              la risa de los soldados

                              los escuadrones de la muerte

                              los paredones en primavera.



Tendrá la memoria que no tuvimos

                              y creerá en la violencia

                              de los que no creen en nada.

  

Miyó Vestrini




Diría 

que hace mucho 

apenas viví 

la frágil certeza 

de un sueño.

Diría 

que un día 

me prometieron un 

jardín de rosas 

pero ni siquiera logré atravesar 

este puente sobre las aguas 

turbulentas.

Diría que mi vida 

fue la de un trapecista 

que ha perdido su cuerda 

floja.

No diría 

decir "aquellos tiempos"

algo tan obvio para uno 

¿qué más da?

si todos los poetas 

nos fundamos sobre un

primer lugar común.



Martha Kornblith