martes, 12 de abril de 2011

Ania Varez / Venezuela





Ania Varez (Caracas, 1991). Se dedica a la danza y a las artes plásticas. Actualmente cursa el cuarto semestre de la carrera de Estudios Internacionales en la Universidad Central de Venezuela. Forma parte del taller de poesía El Ojo Errante, dictado por Edda Armas. Autora inédita.



No puedo nombrarte. Déjame creer que fuiste tú quien me abandonó en este cuerpo. Que mi furia seguirá atada a tu sombra, que reirás mis pasos y bastará tu gesto para detenerme. Tú, que me has hecho venir desde tan lejos, me dices márchate al primer beso, porque sólo es belleza lo que jamás tendremos. Tú, que estarás mirándome aunque no vista el tórax adecuado, mirándome cada vez que regrese a mis cuatro dedos torpes y te dibuje un rostro. Dime que ayer me esperabas con cuchillos ocultos tras tu espalda y decidiste darme otra tarde, como la promesa de una sed que por fin sacie al mar y a su vigilia. Dime que es para ti este poema que habito, este cansancio que, sin embargo, creó una brisa.




Aunque el gancho del carnicero


sigue halándome de la nuca,


ya no lo siento.



Es la culpa de subsistir colgada



lo que me fuerza a bailar de puntillas.




Plié


¡Al menos te recuerda


que sigues siendo carne!



Más abajo


con las piernas abiertas


la fortaleza se talla


en bambú


...

Ya lo sabías.


Te esperaba con la alergia y el sueño ocultos


en el sostén.



Cuando finalmente me mires, dejaré escurrir a propósito lo flácido


de mis nalgas y lo impreciso de mis costillas,


como en un burdel barato.



Sonriendo, halaré mis pliegues, mi mirada


amarilla zanjará tu entereza.



Nunca acertaré a tocarte, pero sé persuadir a los cuerpos


que quiero.



Suelo extender mis dedos de alambre a su paso, así


dejar sus ropas prendadas en la fuga.



Entonces les ruego que canten desnudos para mí,


que canten aunque me haya ido,


porque el eco de los tacones no cesa de arrastrarme.



La ira no te servirá de nada.



Antes de oír el disparo, muerdo.



Pero aquí tienes


aquí mi ternura de párpados gastados


aquí mi inapetencia mi urgente discernir


aquí los años que me sobran


aquí mi deseo


aquí el muslo que me queda.



Soy tu ficción


pese a que no dilucido


mi cuerpo en ti desconozco mi origen o qué murmuro


ni el momento en que te sorprendo no sé.



Pero allí me tallas allí


donde soy greña de otra lengua


me ofrendas a las máscaras


y mi voz lavada golpea el estómago de la quimera


que lleva mi nombre


y mis cejas.



Te pertenezco cuando mi mano alcanza la taza y


la grieta, y el tacto sabe de los siglos que lo esperaron


de los siglos que esperará.



Porque vacías los rostros de esta vida


vida que llevo al médico que objeto


que uno en santo matrimonio


vida de trazos


no más que resonancias de tu gesto.



Poema


aunque sea yo la mentira


caminaré desde ti


con las manos blancas.



De nuevo


seré creada en tu adentro.