miércoles, 16 de marzo de 2011

Luis Oroz Rodríguez / España



Luis Oroz, (España-Madrid 1972). Poeta autodidacta nacido en Madrid y residente en Porto Cristo (Mallorca).
Ha sido antologado en los libros; Experimento poético “Educarte 2007”, Antología de Poetas Alaire, “Editorial Alaire 2008”, Poemas en canal “Ediciones tres fronteras 2008”, Universos diversos “Editorial Alaire 2009”.
Ha sido a su vez galardonado en varios certámenes poéticos entre los que destacan: el II certamen de poesía “Poemas sin rostro” 2006, Murcia, Premio Ágora en el VI premio “Francisca Adrover” 2007. Palma de Mallorca, Finalista en los Premios Gerardo Diego, ediciciones 2008 y 2009, o el Premio Nacional de Poesía en el XV certamen Literario San Jorge, Albacete 2010.
Ha sido publicado en diversas revistas literarias a lo largo del territorio Español.



DICEN

Dicen que los recuerdos son semillas
que crecen en la tierra de lo que ya no existe,
que necesitan tiempo, que se hidratan
con la humedad de la melancolía.

Dicen que son tardías, que maduran
con la caricia de otro sol más cálido,
que se agarran al pecho
cuando el cuerpo se tropieza en el hueco de un minuto vacío,
que perfuman al triste
y que nutren al hombre que se muerde las uñas.

Dicen que la memoria
solo espera el sabor que la devuelva
a ese lugar en donde nunca estuvo,
que no puede moverse
cuando sujeta el peso de las cosas que pasan.

Yo sé, como tú sabes, que todo es relativo,
que el argumento cae
como el orgullo que atraviesa el puente de nuestra soledad.

Porque recuerdo el beso de las 7
con la profundidad del que se siente calladamente lejos.

Y son las siete y cinco…
y no te has ido.

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CALLAR LOS OJOS Y ESCUCHAR QUE EXISTES

Callar los ojos y escuchar que existes.
Buscar donde no late el corazón latente de la búsqueda.
Recoger los escombros del deseo
y construir con ellos un recuerdo de arena.
Vivir bajo la vida, concedernos
una tregua de luz.
Dejar que vuelen, elípticas, las palabras prohibidas;
las abejas que vuelcan en tu boca la miel de la memoria.
Hundir cada pregunta en la respuesta
de lo no sucedido
y llevarse a la tumba los bastones de alguna realidad
mientras palpamos el relieve de una noche distinta,
como ciegos
que observan desde el fondo sus secretos.

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HABLANDO SOLO

Te descubres de nuevo hablando solo,

conversando contigo

mientras miran atónitos, los cuerdos.

Ha llegado la hora de enseñarles

que la locura es sólo el pentagrama

donde suena el murmullo de los tristes.

Escuchabas la lluvia...

mojabas tu razón con las preguntas

que, verticales, iban a tu encuentro.

Extendías los brazos

para tocar la esencia de la nada.

En ese sinsentido se agudiza

el único sentido de estar vivo.

El instante es un perro

que ladra su tristeza si le ignoras.

Por eso hablamos solos,

a veces con la voz en el exilio,

con todo el alfabeto que nos queda

escrito en un renglón de la mirada.

Jamás tendrá el humano

excusa más cabal para estar loco.