miércoles, 13 de julio de 2011

Miradas & Palabras sobre Caracas: Para bien o para mal III




ADIÓS

La ciudad que te ve nacer no es cualquier cosa. Hay misterios. Sincronías. Hay ciudades madre que otorgan, garantizan, muestran, conducen. Hay ciudades egoístas, avaras, irresponsables.
Hay personas que nacen en unas,
personas que nacen en otras.

Alguna explicación tiene que haber para la guayaba y la lechosa y la sonrisa tropical y la violencia monstruo.

Hay personas que deciden irse a pesar del besito de coco.

Me hice antropóloga, magíster en ciencia política. Me enamoré varias veces hasta que me enamoré una vez. Leí, escalé Roraima y más, arqueé mi espalda y me paré sobre las manos. Me volví esposa y luego escritora.
Me convertí en mamá
y volví a hacerme mamá
continué escribiendo y ejerciendo todo lo que sé hacer y vale la pena.
En Caracas.

Mi vida,
lo importante de mi vida,
ha ocurrido en esta ciudad.
No es cualquier cosa.
.
Mi papá, que es el hombre más delgado que conozco, se vestía de San Nicolás. Tuve un papá de relleno y dejé de tenerlo pues pensé que no había nada en él qué buscar. Luego descubrí que la genética se burlaba en mi cara y entendí que no es posible negar a quien le muestra a uno los Beatles o los Rolling Stones.
La ciudad en la que uno aprende a perdonar es una gran ciudad.
.
Estudiaba violoncello en un conservatorio y llegaba a pie casi siempre, recorriendo toda la avenida principal de Colinas de Bello Monte, Los Chaguaramos y Santa Mónica.
Con el cello a cuestas.
Y de vuelta. Con el cello a cuestas.
Me tallaba en el hombro pero me gustaba más, prefería estar a cargo del cello y del camino.
No me gustaba detenerme a esperar al carrito por puesto. Cuando lo hacía, me preocupaban dos cosas.

Una:
que algún pasajero apurado
o desprevenido
se apoyara en las cuerdas del cello.

Dos:
que la clavija se golpeara con el techo del transporte.
.
Caracas es el Aula Magna un domingo a las once.
.
La Universidad Central de Venezuela era mi casa hasta un domingo. No eran las once. Ni estaba en el Aula Magna. Me secuestraron en algún lugar de Sabana Grande para robarme el auto y me ofrecieron como destino una alcantarilla en la autopista Caracas-Guarenas. Allí me dejarían fría en una pose indecorosa. Después del ruleteo interminable de rigor entramos a la UCV. No había vigilancia o si la había nadie preguntó. Era domingo, eso ya lo dije. Eran las dos de la tarde. No tenía un bolívar, ni una tarjeta telefónica. Ni auto, claro. Llevaba una minifalda azul eléctrica.

Sólo me dejaron la cédula.

No me mires, no mires porque te quiebro. Y yo con los ojos clavados en una esquina pensando si me devuelven el documento es porque no me van a dejar rígida en algún lugar inhóspito fuera de la ciudad. Luego me contradecía en mi monólogo/diálogo silencioso del terror. Si me devuelven la cédula es porque no la necesitan. ¿Qué les importa si la tengo encima cuando esté hinchada y sola en el hombrillo de la autopista?
A mi universidad
a mi otra casa,
entraron sin miedo quienes amenazaron con mi muerte.

Me tomó días descubrir que aún estaba viva.
.
No hay manera de que yo sea lo que soy sin Caracas.
No hay forma de que yo decida lo que seré
sin la memoria de Caracas.
Maestra vida.
Te da y te quita
te quita y te da.


CARACAS ACUÁTICA

I.

Esta mañana de Anthony and the Johnsons y Erik Satie, un túnel vegetal se refleja en el parabrisas mojado. La ruta es el viaje. Manos al volante. Cristal moteado de luz y verde. Una niña con las manos juntas a la espalda mira guacamayas a la hora del himno. En el patio se repite cada vez el mismo ritual: los colores alados cruzando el aire. El asombro. La falda plisada azul que recibe el calor de dos manos pequeñas. Para beber agua es necesario subirse a un ladrillo de cemento rugoso colocado a los pies del bebedero. Al pisarlo, el ladrillo se mece, inestable.

II.

A través del pasadizo verde azul de tiempo, de luz y de sombra, de agua, llego a la casa del padre que se deja peinar en el descanso de una escalera. La casa donde una abuela guarda calas de papel en cajas para tabaco. Una caja es para las grapas
otra para los clips
una para las monedas de cobre
y varias para las flores
clasificadas por tipo
y por color.

Entro a la cocina de natillas con cáscara de limón y canela en rama. Miro traslúcidos los manjares de parchita y los dulces de higo.

Al morir mi abuela giré sobre la almohada. Alguien me regaló el libro tibetano de la muerte.
Todavía no comprendo
para qué
sirve
un
libro
así
después de que la muerte
ya ocurrió.

Semáforo en rojo.
En verde.

III.

Pasadizo al cerro El Avila. Naranjas en el equipaje. Un lugar que se llama No te apures, con bancos y mesas para comer naranja y no apurarse. Mejillas rojas, cuerpo latiendo fuerte. Mi ciudad es
o fue
sudor, magnesio, agua de coco, amor rupestre y mirada
vertical.
Arnés.
Reunión lejos del suelo.

En esta mañana de música aguja, de música vibración, de música misterio, en este domingo acuático, roca y amor es Caracas. Caracas es una universidad de pupitres, de brújulas y cuadernos de campo. Un hombre que dijo este camino no lo recorre nadie, salvo el crepúsculo. ¿Ese verso será de Ludovico Silva? Yo le agradecí tanto el poema que no me importó que no me quisiera más. Caracas es un tiempo de pasillos y murales, de sexo a deshoras, de pasillo librero y salsa hasta el amanecer. De café sin reloj.

IV.

Todo en una burbuja
que se eleva
se hace intocable
semáforo en verde que no se detiene
más.

Se aleja la esfera del tiempo.
Ya no vuelve el tiempo.
Ya no hay eso que fue.

Tengo o construyo
o arrebato
otro centro.
Me empeño en otra esfera.

No te enojes
yo intento no enojarme

esa ciudad
se fue.

Keila Vall De la Ville, Nació en Caracas. Ha publicado el libro de cuentos “Ana no duerme” (Monte Ávila Editores 2007), así como ensayos, otros cuentos y poemas en diversas antologías, revistas, y en medios digitales. En 2008 participó en la III Semana de la Nueva Narrativa Urbana y en 2010 obtuvo una mención especial en el VII Concurso Nacional de Cuentos SACVEN y el Concurso Nacional de Cuentos de la Policlínica Metropolitana. Lleva el blog http://fugapermanente.wordpress.com. Es antropóloga, Magíster en Ciencia Política y yoguini.
Actualmente participa en el taller de poesía dirigido por la poeta Edda Armas y el taller de poesía dirigido por Gabriela Kizer
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1967

Adentro. Por debajo. Subterránea huella digital vibrante, en el playback de una canción de navidad punzando. Grabado en Sonomatrix como en los estudios Universal. De Antímano a YouTube. Congelado sonoro de ruinas, de Los Palos Grandes y Altamira.

Los edificios como el hombre, son barro.

Ronco. Ellos en el epicentro. Como sirena de advertencia antes del bombardeo. Como la doceava campanada a las 8:05. Menguante venganza de planeta.

Ellos: llamado o llanto manos al piso alaridos en la cueva. 10 segundos. 20. Más. Como disparo de partida en una competencia. Troquelante como el de 1812, pero sin el cura decretando estupideces, sobre dios y el rey. En cuenta regresiva al 6.5 ¿qué importancia tiene medirnos la muerte Richter?

En alguna triple w los bits reciben mañana residentes del Mijagual comiendo hormigón. La señal del GPS dejará de registrarlo en La Cuarta Transversal.

Sólo el Obelisco vio ceder al Neverí sus coordenadas de esquina al Four Seasons. Órdenes del urbanista. Firma el fundador: L. R.

De polvo, como el hombre.

La cruz de costumbre en el pavimento. El invento de los milagros. La adoración estéril. Y el misterio de la Marotti, que pudo verlo todo, antes.

El vouyer [amarillista de oficio] ofrece su disaster delivery: aplastado en escombros el infante posa y se deja filmar. A cambio su ticket para darle la vuelta al mundo. Post mortem. Sin maquillaje. ¿Acaso puede el horror ser editado?

Todo abajo: pared, mujer, cuadros. Los platos de la cena y las palabras de los libros. Los errores ortográficos. Los creyones. En mudanza. Abajo. Sobre todos. Encima la junta de expansión. La placa como galleta fundida al tórax, fetal.

Entonces las niñas y él se aferraron. Los tres, uno. Carrera de escaleras, sobre la brecha. Y el túnel de 35 segundos cerró su boca. Banderola de meta: No Exit. Todos a la tolva.

CARACAS OR NOT CARACAS

Rodrigo grita desde el carajo: Caracas. Diego desenvaina. También Fajardo. Motores pájaros, tu aliento Santiago. Ayer procesión, novenario, la fiesta del nuevo santo. Al pelotón San Jacinto, el ajusticiado. Dobles de campanas. La cabeza como trofeo en el Calvario. Hoy la corneta, el chillido del frenazo. Una voz que choca suplica hierro y asfalto. En Santa Mónica el vientre de mi madre escucha un bombazo. En parpadeo el semáforo.

Adentro todos. En el cóctel, esmog y verde. Pegados a la pared vientre: Ávila dijo la Santa. Juan Antonio creyó ser dueño del Waraira. Guaicaipuro gritó Repano. ¿Por qué protegiste al conquistador de la flecha envenenada de Maracapana? Santiago Apóstol genocida de La Nación de los Caracas. Tu bautizo a bala.

Las plagas como en Egipto venganza. Contra la Primera, San Mauricio. Desde su ermita la orden: Langostas a otra tierra, Ramsés aguarda. No hubo judíos que liberar para salvarla, no hubo éxodo. Sólo mano de obra holgazana, indios infectos y la Sublimis Dei en la valla, alegando humanidad.

La Tercera y la Segunda en yunta: sacudimiento y llagas. Día de San Bernabé. Cada mal un divino protector. En combo: escapulario, dagas.

Es tu historia Santiago. ¿Cómo decir Caracas sin evocarte? ¿Cómo nombrar el rugido del león petrificado sin garra? El de 1641. El de 1786. Mil ochocientas doce cruces Santiago. Cada tanto Amías Preston incendia y asalta. El virtuoso incompetente revocado. La Cuarta con saña. A cabildo las tarjetas con los cien nombres santos. Desde Capadocia el dedo enchumbado en la indeleble, muestra al soldado romano. Por ley de ayuntamiento San Jorge: exorcizador de gusanos. A correr a Quinta Crespo. A comprar la Bula Papal para el descanso y la estampa del dragón con el guerrero santo.

Cuántas veces te oí decir papá: la muerte llega. Hoy esparcí tus cenizas a la cicatriz del Guaire. Sobre la línea cloacal, que todo atraviesa, guacharacas y loros en bandada, desde Ávila vienen a beber mierda.

De la esquina de Las Ánimas, entre escombros [escrupuloso blanco], baja en triciclo un chichero desde antaño. El comercial de detergentes lo filma. A nuestros vasos espolvorea canela y clavos. Con leche condensada para la Merced [especial para la santa del Cacao]. A su lado un cacique escupe plumas del penacho. Los provincianos se declaran vasallos. A la muy noble y leal ciudad, sello de armas, Felipe II lo ha otorgado. Ave María Santísima. Desde la Ceiba, San Francisco reza el sermón de los regaños. En cada locación la jauría santa, mira con desprecio la corte de los milagros.

Motores pájaros, amanece Santiago. Los jazmines se anuncian: Blandín, Sojo, Mohedano. La primera cafetera como balancín, vacía negro líquido al campo de Chacao. La armónica sopla. El hacedor de estrellas ora un credo. Nazoa despierta. En la fila Diego, su amellada espuela busca un filo: Santiago de León. Caracas, la historia del doblegador es mentira. No fue Losada. No fue Fajardo. Antes de 1567 te fundó una lanza.

Héctor Vera (Caracas 1961) es Licenciado Docente en Matemáticas, Licenciado Docente en Física y Especialista en Informática Educativa por la Universidad Simón Bolívar.
Desde 1989 se desempeña como profesor de la Escuela de Matemáticas de la Universidad Metropolitana de Caracas. Participó en el Taller de Lectura de Poesía a cargo de la poeta Gabriela Kizer (2005 a 2006) Participó en el Taller de Poesía Imago Mundi a cargo de la poeta Mharía Vázquez Benarroch ( 2007) Desde 2007 participa en el Taller de poesía El Ojo Errante a cargo de la poeta Edda Armas. Desde 2010 participa en el Taller de creación poética que dirige el poeta Armando Rojas Guardia.
Es coautor de la antología poética El Ojo Errante (2009) publicada por el Taller Editorial El pez soluble.
Autor de la plaquette Vangelo - según mateo (2011) publicada por el Taller Editorial El pez soluble.